Querido Ndugu:
Ya se que la película de moda en los U.S. of A. trata de ofidios de altos vuelos, sin embargo el jocoso título trae a mi memoria una simpática anecdota que yo creo que de alguna manera podría concectarse con mi terror a los aviones (y con Erika Jong).
Corrian los años 80 cuando andaba yo por azares del destino en la CCCP o en la URSS como la llamaban los Beatles. Era la pre-perestroika. A mi todo el asunto me parecía un poco como de blanco y negro. Como los colores tristes de las películas de Fassbinder. Pero, en fin, cogí un vuelo doméstico Moscú-Minsk, la mayoría de los aeropasajeros eran locales de uno u otro sítio. Los españoles eramos un grupo más reducido. A mi derecha se sentaban unos chistosos vascos que no paraban de reírse y de hacer chistes en euskaldún... cada vez que se reían lo hacían más fuerte que la anterior y entraban en una suerte de trance similar al de un judio ultraortodoxo rezando frente al muro de las lamentaciones. Alcanzado su máximo apogeo, el carcajeante jolgorio impulsó a los 2 vascos simultáneamente hacia atrás ocasionando que los aeroasientos se doblarán y desprendieran del suelo quedando totalmente arracados de cuajo.
En ese momento, querido Ndugu, pongo a Santa Catalina por testigo, empezó a brotar del suelo un chorro negro que al principio confudimos con aceite y pronto, al verlo extenderse con una velocidad inusitada comprendimos que se trataba de cucarachas... decenas, cientos, miles de cucarachas a 12.000 pies rusos de altura. Pasaje gritando, azafatas gritando, pilotos gritando etc. Puagh!! y luego me preguntan que por qué me drogo cuando vuelo.
